un hombre llamado Sebna, que había usado su cargo, no para el bien del pueblo, sino para su propia ganancia personal. Dios se cercioró de que Sebna fuera quitado del cargo y que un hombre fiel, Eliaquim, fuera puesto en su lugar y se le dieran las llaves de autoridad. Eliaquim fue un cuadro de Jesucristo, un administrador confiable de los asuntos del pueblo de Dios. Jesucristo también tiene las llaves del Hades y de la muerte (Apocalipsis 1:18). En el Nuevo Testamento una “puerta abierta” habla de
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